El modelo actual de organización social del cuidado no responde a las necesidades reales de la ciudadanía y no genera condiciones laborales dignas para las personas que trabajan en ella. Para hacerle frente y convertir el malestar social en una respuesta política colectiva, la Red reivindica el Derecho al cuidado e impulsa la creación de un Sistema Nacional de Cuidado.
El proyecto de la Red por el Derecho al Cuidado empieza a partir de gente vinculada al mundo de la investigación -sobre todo de la UB, la UAB y de la Rovira i Virgili- que, en contexto Covid, está desarrollando proyectos donde participan trabajadoras del sector de los cuidados, personas activistas, trabajadoras públicas del ámbito de los servicios sociales y gente dedicada a la promoción económica.
Una vez conocedoras del descontento acumulado, nos planteamos que estamos viviendo una crisis de cuidados sin precedentes y que queremos articular una propuesta para hacer visible toda esta efervescencia en forma de jornada unitaria. De ahí sale el primer grupo motor que organizará una serie de talleres virtuales y una jornada presencial en Cocheras de Santos que constituyeron la primera edición del Foro Social del Cuidado en los meses de febrero y marzo de 2021.
La génesis de esta voluntad de poner en común todos los malestares es la evidencia de la absoluta desatención de las personas de nuestra sociedad que tienen unas necesidades de cuidado más intensas y de la sobrecarga que sufren las trabajadoras públicas que, como ocurre en la educación, estiran los pocos recursos que tienen a base de muchísima implicación personal, política y vocacional. Esta sobrecarga comporta unas facturas muy grandes con respecto a la salud física y mental de las trabajadoras. Esto también ha pasado en las residencias de mayores o en el ámbito de las trabajadoras sin papeles del hogar y del cuidado que sufren unas condiciones laborales que podemos calificar de esclavismo del siglo XXI.
Derecho al cuidado
El cuidado es una necesidad básica que debe ser reconocida como derecho para garantizar su acceso universal. Es necesario acabar con las injusticias sociales en que hoy se sustenta el cuidado. Los trabajos de cuidado deben estar mejor distribuidos, ya que ahora recaen desproporcionadamente en las familias y en las mujeres. Es necesaria la corresponsabilidad de género y la socialización del cuidado.
El contexto de pandemia ha acentuado la urgencia política de transformar el modelo actual de organización social del cuidado. Un modelo construido sobre la base de relaciones de desigualdad e injusticia social, y que genera situaciones de vulneración sistemática de los derechos económicos, sociales y de salud de las personas cuidadoras y también de las receptoras de cuidado.
Sin cuidado no hay vida
Las personas necesitamos recibir cuidado de manera permanente a lo largo de la vida, de tipos e intensidades diferentes, dependiendo del momento del ciclo vital en que nos encontremos, y de la capacidad de cuidarnos y cuidar que tenemos en cada etapa de la vida.
Con la crisis de la Covid, vamos a considerar oportuno relanzar un mensaje que habla de la vulnerabilidad de la vida, del cuidado como una necesidad transversal y de la necesidad de trabajar todas juntas desde ámbitos, a menudo parcelados, como la salud mental, personas mayores, necesidades especiales en la crianza…
Nuestro horizonte compartido es el Derecho al cuidado y apuntar hacia el reconocimiento de este derecho y la articulación de un sistema nacional de cuidados al mismo nivel que la educación y la sanidad.
A veces, las crisis generan mucha creatividad para resolver una necesidad que no está satisfecha. En este caso, la desatención de los cuidados desde el ámbito público está provocando la creación de grupos de apoyo mutuo, de cooperativas de consumo y de trabajo, de planes comunitarios… Es decir, la sociedad civil está creando sus propias estrategias y algunas instituciones, sobre todo municipios, acompañan a partir de respuestas concretas desde diferentes áreas.
Nosotras lo que queremos es articular una estructura -que esté participada por el ámbito académico, por el ámbito comunitario y por el ámbito cooperativo- que tenga capacidad para recoger todo lo que está pasando y poder hacer incidencia política. Debemos entender la lucha por la reproducción social en sentido amplio y transversal, desde una óptica que integre dimensiones tan diversas como la salud, la vivienda, el urbanismo, la reorganización general de los tiempos de trabajo y los derechos de ciudadanía de las personas migradas. El objetivo es posicionar ante las administraciones un modelo de cuidado transformador que pase por el reconocimiento de derechos y no para dar respuestas segmentadas que no dialoguen entre ellas.
El reto de la operativización
Parte del grupo motor del proyecto proviene del activismo feminista y del mundo académico centrado en la economía del cuidado y la economía feminista, por lo tanto partíamos de un marco teórico y lógico común. En este sentido, tener una visión compartida de lo que son los cuidados nos ayuda y nos sitúa.
Desde la mirada interseccional, y en cuanto a la extensión territorial y la ampliación de la base, no queremos normalizar que todo pase por Barcelona ni tampoco que en el grupo motor no haya jóvenes, personas de origen migrante o personas con diversidad funcional. El reto, por tanto, lo tenemos en la operativización de la red.
La dificultad es tener no sólo unos objetivos de agenda feminista sino también una práctica y una composición del grupo que sea diversa de acuerdo con el protagonismo social del cuidado. Diversidad de edad, origen y capacidades son ejes que debemos conseguir que sean una realidad del proyecto.
Estamos trabajando en la creación de una estructura que vincule pero no sobrecargue. Queremos ser una suma pero intentando no generar duplicidades. Con la finalidad de cuidarnos como grupo, hemos definido tres formas de participación: está el grupo motor, una segunda anilla y la parte de antenas. Hemos establecido un modelo de gobernanza transparente que permita la participación de todos de acuerdo con el tiempo que tiene disponible. No queremos generar una superestructura que sólo esté al alcance de personas privilegiadas con una gran renta de tiempo.
Los grupos de trabajo no son funcionales porque decidimos que tenía más sentido no separar la vertiente técnica de la vertiente política. Por ello, los grupos se estructuran en torno a los cuatro objetivos políticos que nos hemos marcado: visibilización, articulación, extensión territorial y ampliación de la base.
La iniciativa ha suscitado interés y voluntad de réplica en otros territorios, como el País Vasco o Italia, donde las redes activistas están transversalizando la mirada sobre los cuidados como un eje estratégico y específico de intervención feminista.
Implicar a la sociedad en su conjunto
Uno de los obstáculos más importantes con los que topamos es la desresponsabilización absoluta del Estado respecto al cuidado de la vida. Por eso partimos de la defensa del Derecho al cuidado. Sin este derecho reconocido, toda la responsabilidad se delega en las familias que, a su vez y siempre que se lo puedan permitir económicamente, delegan esta tarea en el mercado (sea en el mercado con derechos o en la economía sumergida). Eso no soluciona las necesidades de cuidado y deja fuera a mucha gente. Es por ello que vemos tantos casos de personas desatendidas. Vemos mucha soledad y aislamiento social.
Nosotras pensamos que la solución no está en el Estado y el mercado sino que hay que implicar a la sociedad en su conjunto. Al mismo tiempo, también necesitamos ciudades y pueblos que cuiden, unos entornos urbanos que estimulen estilos de vida más saludables y fortalezcan los vínculos sociales, la cooperación y el cuidado de proximidad. Finalmente, para alcanzar nuestro objetivo, necesitamos una corresponsabilización del Estado en forma de reconocimiento de derechos y también necesitamos, como sociedad, tener más conciencia de la vulnerabilidad de la vida y de la interdependencia entre personas y entre generaciones.